Minecraft es un juego extraño.Aunque existe un objetivo final que perseguir el juego no acaba ahí. Cuando acabas con el Eterdragon (algo así como el boss final) ves los créditos, pero aún puedes seguir jugando con las infinitas posibilidades que ofrece.
En principio podría decirse que es un juego de estricta supervivencia. Comienzas, solo y desangelado, completamente desnudo, en una playa cualquiera. El paisaje se extiende a tu alrededor: montañas, el océano, árboles…, lo interesante es que cada partida crea un mundo aleatorio y nuevo. Repartidas alrededor pueden haber pequeños animales: cerdos salvajes, patos o alguna vaca. Pero la pregunta que todo el mundo se hace en este primer momento es: ¿qué porras hay que hacer?, y… ¿porqué todo, absolutamente todo, es cuadrado?
Los gráficos (así como el motor usado por su autor) no es precisamente la quintaesencia de la excelencia gráfica, más bien todo lo contrario. En ocasiones recuerda un poco al vetusto Doom, que si bien fue la panacea de los juegos (y otro brillante ejemplo del triunfo de los juegos “caseros”) en su tiempo, hoy día no supera la prueba del tiempo. Al menos, Minecraft es 3D real, y puedes moverte hacia arriba o abajo por un mundo que es, en teoría, infinito. Hay que explicar el concepto de infinito. El mapa de juego se va generando dinámicamente a medida que avanzamos, si bien existe un límite físico como el hardware que lo contiene, naturalmente. Según el programador, el juego puede llegar a ser tan grande que se tardarían dos semanas de tiempo real en recorrerlo de punta a punta, lo que parece suficiente.
Pero volvamos a la playa. Podemos andar un rato por ella y aventurarnos, quizá, por alguna cañada que nos parezca interesante. Utilizando el botón de saltar, es a menudo posible ganar acceso a las cumbres más altas, para observar el escenario. Para entonces, el Sol habrá empezado a declinar por el horizonte y la oscuridad llenará los valles que nos rodean. Aún no lo sabemos, pero en Minecraft, los monstruos salen de noche.
Las primeras noches son terribles. Zombis, arañas, endermans, esqueletos, y otros bichos que tienen la insidiosa costumbre de acercarse en silencio a nosotros y explotar con una nefasta contundencia, harán
aparición. Los ruidos de sus agónicos alaridos llenarán la quietud de los valles. Lo mejor entonces es utilizar la única habilidad que se nos ha dado por el momento: cavar. Un agujero en la arena o cualquier trozo de tierra parece lo más rápido y conveniente, y ahí esperamos, sumidos en una profunda oscuridad, a que se haga de día de nuevo.
El segundo día aprenderemos un poco más. A resultas de cavar en el suelo habremos conseguido bloques del mismo material que excavamos: tierra, arena… estos bloques pueden ser colocados de nuevo para
conformar, por ejemplo, una pared. De este descubrimiento haremos una primera y rudimentaria casa donde pasar la noche siguiente, aunque aún tenemos el problema de la luz. A poco que nos esforcemos, veremos las primeras vetas de carbón a nuestro alrededor, aunque para conseguirlo nos tendremos que facilitar un pico decente, nada de ahondar en la dura roca con las manos. En pocas horas, habremos talado un árbol para conseguir madera, construido una mesa de trabajo, cavado en la roca para conseguir bloques, fabricado un horno donde fundir minerales, tallado palos de madera y los habremos combinado con el carbón extraído para hacer antorchas. ¿Y con los bloques que hemos ido extrayendo en tanto devenir? Para las noches cuarta y quinta, habremos construido una torre fortaleza, con puerta y escaleras incluidas, y completamente iluminada con antorchas, y entonces… entonces miraremos a los monstruos desde la seguridad de su punto más alto, con miras de explorar esas misteriosas cuevas que se ven en la falda de la montaña. Huele a cascadas subterráneas, a lava, y a misterios. Hay mucho trabajo que hacer.
Cuando haya pasado una semana o dos, tendremos una mina de proporciones cósmicas donde los carritos
de mina circulan arriba y abajo cargando hierro, oro, diamantes, y aceite… con los que estaremos fabricando flechas para nuestros arcos. Vestiremos un armadura completa hecha de oro fundido y nuestro castillo tendrá ahora cuatro plantas, trampas para los monstruos, y una exclusiva granja de trigo (la que regamos con agua que hemos desviado de un lago cercano, creando un río que cruza el valle). Y habrá puentes y construcciones varias por todas partes.
Esa es la belleza de Minecraft: la absoluta libertad de exploración y creatividad que conlleva. Este aspecto es mucho más notable en el modo multijugador. A día de hoy no hay todavía monstruos en el modo multijugador, pero la comunidad participa activamente en levantar mundos personalizados, construidos bloque a bloque. Uno construye su casa en un acantilado al más puro estilo de las casas colgantes de Cuenca, otro prefiere hacer una choza de madera en lo alto de un árbol, y un tercero acomete la construcción de la fortaleza de Saurón en Mordor, completo con un paisaje de pesadilla rodeado de lava y tierra estéril.
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